Llueve en junio.

Empapándose de pies a cabeza.

24 agosto, 2007

Was Romeo really a jerk?

(Continuación)


Habían caminado dos cuadras. Ambos mudos, escuchando el quiebre de las hojas secas al ser pisadas y el pasar de los autos por la avenida. Julián comenzó a hablar del clima, para interrumpir el molesto silencio. Elisa hizo oídos sordos a sus comentarios y continúo caminando.
Julián odiaba ser ignorado. "15, 16, 17...", Elisa contaba en su mente. Julián, molesto, la agarró del brazo con fuerza. "¡Ya me harté! ¡Debemos hablar! ¡Háblame!", gritó Julián, enfurecido. Elisa enterró sus uñas en la mano de Julián que la sujetaba. No pronunció palabra alguna. Julián enfurecido comenzó a zamarrearla del brazo. "¡Reacciona hueona de mierda! ¡Reacciona de una vez por todas!", explayó Julián.
"Duerme bien. Yo te veré en mis sueños, donde ni distancias ni dolores pasados importan", susurró entre los zamarreos constantes. Julián se congeló y la miró sorprendido. "¡Suéltame Julián!", gritó Elisa, empujándolo y librándose de sus manos. Julián cayó a la vía. Un bocinazo. Su cuerpo tendido en el asfalto.
"¡Alguien llame a una ambulancia!", gritó Elisa, desesperada. La gente se reunió entorno al cuerpo estático de Julián. Elisa se alejó de la multitud y, caminando con tranquilidad, contestó su celular. "Todo salió perfecto", dijo esbozando una sonrisa.

07 agosto, 2007

Rieles

(Continuación)

Julián se volteó y la saludó impresionado, "¡Hola Elisa! No esperaba encontrarte acá". Elisa se acercó , suavemente, y le plantó un beso en los labios. "Lo sé. Son esas coincidencias de la vida, ¿no lo crees?", dijo, sonriente.
Julián no supo como reaccionar y le explicó a Elisa que intentó comunicarse con ella durante el fin de semana, pero que no tuvo éxito. Elisa le tomó la mano y acarició su rostro. "Estaba ocupada Julián. Tenía mil cosas que planear durante este fin de semana", explicó. "¿Y puedo saber de qué se tratan esos planes?", consultó Julián. "Es una sorpresa, pero estoy segura que te encantará", dijo Elisa mientras caminaban a la salida de la estación.
Subiendo las escaleras para llegar a la superficie, Julián retuvo de la mano a Elisa. "Recuerda que tenemos una conversación pendiente", replicó mirándola a los ojos. "Todo a su debido tiempo. Primero, necesito que me acompañes a hacer unas diligencias", agregó Elisa mientras el viento proveniente de la avenida mecía su ondulado cabello.

06 agosto, 2007

Seis

El reloj dio las seis de la mañana y Elisa comenzó aquél día como si nada. Olvidó las heridas en su ante brazo y toda su problemática anterior. Era lúnes y habían muchos trámites por realizar.
Se bañó, vistió, desayunó y alimentó a Tomás. Cerró las cortinas de toda su casa. Desconectó los teléfonos de su pieza, cocina y living. Apagó su celular. Tomó las llaves, su bolso y se despidió de su gato con un, "Hasta pronto".
Eran las diez y Elisa iba en el tercer carro del metro. Miraba su reflejo en el vidrio de la puerta mientras se arreglaba el cabello. "Sólo un par de minutos más", se repetió.
El tren paró en la estación, una inmaculada Elisa se bajó del carro y caminó rauda por la estación. Subió la escaleras, se acercó a un joven que se encontraba de espaldas, puso su mano sobre el hombro de él y susurró a su oído, "Hola Julián".

04 agosto, 2007

Tomás

(Continuación)

Eran las cinco de la tarde. Elisa se encontraba sola en su casa, sin nadie quien pudiera salvarla de sí misma. De pronto, su gato la despertó con un maullido agudísimo. Elisa abrió los ojos y recordó no haber lo alimentado. Se levantó y partió al baño a limpiar sus heridas.
Abrió la llave del lavamanos. Comenzó a lavarse cuidadosamente con jabón y se enrolló una toalla blanca en el brazo. Hurgó en el botiquín, sacó alcohol, un rollo de gasas y un poco de cinta adhesiva.
Sentada en el inodoro, suavemente, curó su mano y su brazo. Tomás, su gato, abrió la puerta del baño y se abalanzó a restregarse por sus piernas. Elisa extendió su mano y acarició su lomo. "Tú eres el único que me quiere", afirmó. "¡Miau!", fue la respuesta de Tomás mientras ronroneaba.
Elisa caminó hacia la cocina, sacó una bolsa de un gabinete y le sirvió su almuerzo a Tomás.

03 agosto, 2007

E

(Continuación)

Media hora de pie y el piso ensangrentado. Elisa no permitía que la sangre coagulara. Cada vez, al notar que paraba de sangrar, apretaba con más firmeza el trozo de vidrio en su mano.
La vista comenzó a nublarse, los párpados a caer y...
Naranjo. Borroso, pero naranjo. Lentamente, abrió los ojos. Era el techo de su habitación iluminado por la anaranjada luz del atardecer.
Elisa se encontraba en horizontal. Extendida como una manta sobre el piso de su habitación. Adormecida y aturdida, sin ser capás de hilar ninguna idea.
Giró, aletargada, su cabeza y observó su ensangrentada mano derecha. La piel de su palma se encontraba abierta en su máxima extensión y logró distinguir todos sus dedos rasgados desde principio a fin.
Cansada, y aburrida de todo, giró la cabeza hacia el techo; cerró los ojos y durmió.

02 agosto, 2007

Amanecer

(Continuación)

Dio un salto en la cama. Observó a su alrededor. Dos libros, de Donoso y Vargas Llosa, sobre el velador; el aroma a vainilla; la luz del sol colándose por las cortinas, amarillas, entreabiertas y la mitad de su rostro reflejándose en un espejo a la lejanía. Estaba en casa.

"Un sueño", pensó. "¡Una pesadilla!", aclaró. Apoyó sus manos en la cama y, sentada, giró sus pies hacia el suelo. Se puso las pantuflas, se abrigó con su bata y caminó hacia el baño. Cerró la puerta con cerrojo y se mojó la cara. El dolor de cabeza tras una noche de juerga no se lo quitaría ni una súplica a todos los santos.
A la lejanía escuchó el ringtone de su celular. Se secó el rostro, rápidamente, y corrió a su habitación a contestar.
"Es Julián", se dijo. El teléfono dejó de sonar, no alcanzó a contestar. "¡Mierda! ¿Qué hago?", gritó desesperada. "¿Será verdad? Entonces, ¿no fue una puta pesadilla? ¿No fue una estúpida invención de mi mente, como siempre? ¿Descontrol e imbecilidad a flor de piel?", se cuestionaba incesante.
"¡Bravo Elisa! ¡Bravo! ¿Ahora que harás y a quién le preguntarás? ¿En quién cresta confiarás sino puedes confiar ni en ti misma?", replicó lanzando un libro contra el espejo.
El trinar de los pájaros, la campana del gas y la risas de los niños zumbaban en sus oídos. Levantó un trozo de espejo del piso y lo apretó. La sangré comenzó a correr. Elisa se sintió ella, otra vez.

Piso 17

(Continuación)


Sin pensarlo dos veces, Elisa se levantó, abrió la puerta del baño y caminó por el pasillo sin mirar atrás con su bolso en su mano izquierda y su celular en la otra.

Abrió la puerta del departamento, tomó el ascensor, apretó el botón correspondiente al primer piso y comenzó el viaje de retorno al hogar.
Eran las cuatro de la mañana, nadie utilizaba el elevador. Aún así, se puso cada vez más histérica por la demora, el viaje de 17 pisos se le hizo eterno.
Iba saliendo del edificio, para dirigirse a la reja de salida, cuando su celular sonó. "Julián", apareció escrito. Elisa colapsó. Su dedo dudó entre las respuestas "Si" o "No" a la pregunta "¿Contestar?" qué le hizo su celular.
El frío entumeció su nariz y su abrigo fue agitado por la brisa marina. "Se fuerte", pensó respirando profundamente y cerrando sus ojos.
Se escuchó un grito a lo lejos, "¡Elisa!".
Congelada abrió los ojos.